Los inicios de Internet fueron caóticos en lo que a diseño y experiencia de usuario se refiere. Era la llamada web 1.0 que, en esencia era poco más que la página de un periódico o una revista llevada a las pantallas de los ordenadores. La interactividad, la multimedialidad o el hipertexto apena se habían desarrollado y la interfaz de usuario resultaba tosca, con diseños aún muy poco cuidados, botones que no eran lo que deberían ser, etcétera. Pero las nuevas tecnologías iniciaron su rápida expansión; internet llegó a los hogares, a las oficinas y a nuestros bolsillos gracias a los smartphones y con todo ello surgió una clara demanda: la necesidad de humanizar los productos. Y fue así como los conceptos de usabilidad, accesibilidad o diseño orientado al usuario comenzaron a cobrar la relevancia que ya ostentan en la actualidad.

La experiencia de usuario, también conocida por sus siglas UX (Users Experience), consiste básicamente en toda una serie de técnicas y estrategias encaminadas a que los productos, tanto físicos como digitales, páginas web, etcétera, resulten fáciles de utilizar por el usuario, que sean sencillos y que no causen frustración.

Con la expansión de los dispositivos móviles esta necesidad se ha acentuado con los llamados “diseños responsive”, es decir, diseños capaces de adaptarse de forma óptima a cualquier tamaño y forma de pantalla de tal forma que el usuario, al margen del tipo de dispositivo desde el que se conecte, sea capaz de encontrar con rapidez y facilidad aquello que busca.

Por todo ello, la usabilidad y la experiencia de usuario han cobrado vital importancia en los programas de master de diseño web UX, porque si el objetivo de un website o un blog es fidelizar al usuario, no basta con un diseño visual bonito e impactante, es imprescindible optimizar al máximo su experiencia y, en definitiva, dejar en el la mejor sensación posible que le despierte deseos de volver.